Un sacerdote al que la Iglesia investiga por pedofilia, que admite no saber nada de búsqueda de personas y que además ha pellizcado a sus subalternas, es el director de la entidad que debe encontrar a los desaparecidos del conflicto.
Éll admite el pellizco, que no sabe buscar personas y que le dijo conchuda a una funcionaria, pero sigue allí por su cercanía con el defensor del pueblo, Carlos Camargo, que le da refugio mientras pasa la suspensión que le impuso la iglesia por desobediente.