El 2024 será recordado en Bogotá como el año en que el agua, que era nuestro lujo, se convirtió en un bien escaso. Una sequía sin precedentes, agravada por el fenómeno de El Niño, llevó los embalses del Sistema Chingaza a niveles históricamente bajos, obligando a implementar un racionamiento de agua sin precedentes. Millones de habitantes se adaptaron a cortes rotativos y campañas de ahorro mientras la ciudad aprendía duras lecciones sobre su vulnerabilidad frente al cambio climático.