Un estudiante de música que fue secuestrado por civiles y torturado por policías y una ambientalista que por oponerse al fracking fue tachada de guerrillera tuvieron que optar por el exilio para salvar su vida y su tranquilidad.
A pesar de la distancia entre ellos, uno salió de Cali y la otra del Magdalena Medio, ambos pudieron probar ante los países que los recibieron que estaban siendo víctimas de seguimientos y que había razones para temer por sus vidas en Colombia.