Como en la novela de García Márquez, la de Johana Melo, en Guadalupe, Huila, fue una muerte anunciada. Su expareja les mostró a sus amigos el arma que había comprado y les dijo que la mataría.
Dos días antes de morir ella fue a la Fiscalía para denunciar que su expareja la había intentado ahorcar; otra vez la Fiscalía hizo oídos sordos y ella de denunciante de un intento de homicidio pasó a ser de otro en el que el asesino cumplió su cometido.